David Valdés

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"El castillo de Barbazul" - Xilófono.

barbaazul
La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias toca estos días “El Castillo de Barbazul“, de Béla Bártok. Aprovechando la ocasión hoy hablaré de su parte de xilófono, una de las más peculiares, curiosas y difíciles de todo el repertorio.
La ópera comienza con una introducción hablada que da pie a siete escenas que se  corresponden con otras tantas puertas. Judith, esposa de Barbazul, es libre de vagar por el castillo, pero sólo una de las habitaciones le está prohibida. Llevada por la curiosidad no puede evitar ir abriendo cada una de las puertas. Llega al fin a la prohibida, que también abre, y los dos quedan condenados…
 
Bártok conocía el xilófono muy bien, pues lo utilizó en “El Mandarín Marvilloso”, “El Príncipe de Madera”, “Música para Cuerda, Celesta y Percusión”, “Sonata para dos Pianos y Percusión”… Pero, dado el interés de Bártok por la música popular (bien conocida es la influencia del folklore en su música), el instrumento que él asociaba con el xilófono era el ya arcaico para la época “Strohfidel” (literalmente, “violín de paja” -ya veremos por qué-).
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La foto superior muestra un “Strohfidel” (“violín de paja”, pues las láminas de madera se apoyaban sobre ramilletes de paja en lugar de hacerlo sobre un soporte con resonadores). Este instrumento le era muy familiar a Bártok (y también a Richard Strauss, que así lo nombra en varias de sus obras), pues es omnipresente en el folklore húngaro y está muy estrechamente relacionado (también desde el punto de vista técnico/interpretativo) con el “dulcimer”, “dulcémele” o “cymbalon”, también típico de la música húngara (descendiente, a su vez, del “santur” persa). Tan interiorizado lo tenía Bártok que, cuando se ensayó la “Sonata para dos Pianos y Percusión” por primera vez, Saul Goodman (legendario timbalero de la Filarmónica de Nueva York y uno de los encargados del estreno de esta obra) recordaba que el compositor le había pedido que quitara los tubos resonadores a su “moderno” xilófono para así hacerlo sonar lo más parecido posible al “Strohfidel”.
 
Ahora ya conocemos el “Strohfidel”, pero no es este el instrumento que Bártok usó en “El Castillo de Barbazul”… Antes de seguir debo enseñaros la partitura para que podáis ver los infernales pasajes:
Podéis escuchar el primer fragmento a partir de 15:50 y el segundo a partir de 37:52.

Se ve claramente que todas las líneas del primer pasaje están dobladas a la octava, lo que ya nos da alguna pista de por dónde van los tiros… El segundo fragmento presente acordes placados de tres notas, lo que también nos da pistas. Efectivamente, Bartok escribió para un xilófono de teclado. Es un asunto que volveremos a tratar en “Percusize Me”, pero quienes estáis bien informados y conocéis el repertorio ya sabéis que muchos de los pasajes que hoy día tocamos con mazas en el glockenspiel estaban escritos originalmente estaban para un instrumento accionado por teclas. Esto es muy común en el glockenspiel, pero no lo es tanto en el xilófono, por lo que nos encontramos ante uno de los escasísimos pasajes orquestales (por no decir el único) escritos para xilófono de teclado. ¿Y cómo es el instrumento? Mirad estas fotos (muchas gracias a Szabolcs Joó, percusionista de la Orchestra Filarmónica Nacional Húngara, por las fotos y la información):

keyboard xylophone 1
keyboard xylophone 2
keyboard xylophone 3
keyboard xylophone 4
Según el señor Joó, este es exactamente el instrumento que conoció Bartok. La Orquesta de la Ópera de Budapest tenía uno y, merodeando por el teatro durante los ensayos, Bartok lo vio y decidió incorporarlo a la orquestación de “Barbazul” (típico caso en el que se orquesta conociendo los instrumentos de los que dispone la agrupación, pues fue precisamente la ópera de Budapest la que estrenó la ópera). Resulta que el xilófono del que disponía esta orquesta tenía las láminas muy pequeñas, sonaba poco y era difícil de tocar, así que se encargó uno nuevo para poder estrenar la ópera. El que aparece en las fotos anteriores es el “nuevo”, el de encargo, el que conoció Bártok en persona y en el que se tocó el estreno (impresionante, ¿verdad?).

Obviando el hecho de que este instrumento está un poco ajado, no deja de ser lo mismo que un piano, un glockenspiel de teclado o una celesta pero, en lugar de percutir cuerdas, láminas de metal o campanas, en este caso se percuten láminas de madera. De hecho, el mecanismo es idéntico al de un piano, siendo la única diferencia el que las mazas están hechas de madera muy dura.

 

¿Qué ocurre? Que la parte es muy idiomática si se toca en un xilófono de teclado (cualquier pianista puede hacerlo sin problemas), pero tocada en un xilófono “normal” y con mazas “normales”, se vuelve endiabladamente difícil. Bártok no era un mediocre y sabía muy bien lo que quería, conocía perfectamente el “Strohfidel” y el xilófono moderno, pero sabía que si orquestaba para cualquiera de estos dos instrumentos tocar la parte sería prácticamente imposible, con lo que la asignó al poco frecuente xilófono de teclado, instrumento que él tenía, como quien dice, “en casa”.
 
Si queremos tocar la parte con un xilófono moderno nos encontramos varias dificultades: la primera son las octavas, imposibles de tocar por un solo percusionista (ni Teddy Brown sería capaz de tocar semejante locura). La segunda es la sincronía: cuando no se cuenta con un instrumento de teclado (lo que sucede en el 99,9% de los casos), lo normal es que la parte se divida en dos y sean dos percusionistas, cada uno en su xilo, los que toquen cada una de las octavas. No hace falta decir que, a la velocidad indicada, tocar juntos es extremadamente difícil.

 

Como se suele decir, cada trabajo requiere de su correspondiente herramienta y, en este caso, si queremos tocar perfecta y fácilmente el pasaje, un xilófono de teclado en manos de un pianista es lo suyo. Si queremos sudar tinta china, nada como usar un xilófono moderno y dividir la parte entre dos percusionistas.

 

El problema es que este pasaje suele caer con cierta frecuencia en las audiciones, así que mejor lo incorporáis a vuestro arsenal, no vaya a ser que… Si queréis alquilar uno, Tristan Fry, legendario percusionista londinense, tiene en propiedad dos de estos raros especímenes.
 
Para acabar, deciros que la versión que yo tengo es la que grabó la London Symphony con Christa Ludwig y Walter Berry bajo la dirección de István Kertész en 1965 para DECCA.

Hoy hemos conocido un instrumento extremadamente raro, el mismo que conoció Bartok y con el que se estrenó la ópera “El Castillo de Barbazul”. Mil gracias a los miembros del grupo “Orchestral Percussion Talk” por su vasto conocimiento y por su generosidad a la hora de compartirlo.



…et in Arcadia ego.

© David Valdés