David Valdés

Construcción de un atabal renacentista (long drum").

Llevaba ya bastante tiempo queriendo hacer un tambor bien grande como el que tiene mi amigo y colega Manolo Durán.

© David Valdés
Su tambor lo usó varias veces la ópera de Oviedo en figuración, la OSPA en programas de musica barroca… Me apetecía mucho tener uno igual, pero las marcas no ofrecen medidas tan grandes como para hacerme uno (ni siquiera en “tubo a granel”), y comprar uno ex-profeso era pornográficamente caro. Ver almacenados un par de “floor toms” en mi taller hizo que se me encendiera la bombilla.

Este proyecto empieza con un par de toms de 16″x16″ que tenía rodando por ahí muertos de risa. Uno era un Sonor de una batería “Swinger” (modelo vintage de hace varias décadas) y otro de marca y procedencia desconocida. Por supuesto (y como ya deberíais saber), las maderas de que estaban hechos me importaban CERO 😉. Aquí los tenéis apilados uno encima del otro:
© David Valdés
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16″+ 16″ hacen 32 pulgadas (81,5 cm), una profundidad impracticable para un tambor, por lo que decidí cortar uno ligeramente para que la medida, una vez unidos ambos cascos, fuera más cómoda: 29″ (73,66 cm).
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Lo siguiente que hice fue cegar todos los agujeros, procedimiento en el que ya soy todo un experto 😄. Aquí podéis ver las espigas encoladas, embutidas en los agujeros y cortadas a nivel. También se puede apreciar el estado original de los cascos, pero eso no es problema, porque iba a limpiarlos y ponerlos bien guapos durante el proceso.
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Para unir los cascos corté horizontalmente ambos en las caras que se iban a enfrentar, taladré e inserté espigas de madera al estilo “Hellraiser“. Los agujeros en ambos cascos son coincidentes, así que solo había que empotrar las espigas entre ambos cascos.

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Debo decir que este proceso fue francamente complicado, pues los cascos eran finos, y taladrarlos, así como embutir las espigas y hacerlas coincidir, fue realmente difícil. Si no recuerdo mal, creo que usé 20 espigas para asegurar la sujeción. Uno vez todo encolado y junto, este es el aspecto por dentro (aún sin trabajar, lijar y sin aceite):

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La costura exterior quedó perfectamente a nivel.

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El siguiente trabajo fue lijar hasta que tanto el interior como el exterior quedaran perfectamente lisos, como si todo fuera un casco y no dos unidos. También le di varias manos de aceite de tung al interior.

 

Para recubrir el exterior me encontré con el mismo problema que para fabricar el casco: no hay chapelas o vinilos lo suficientement grandes. Entonces, y para solventar el problema, decidí hacer un diseño con unas bandas centrales, de manera que se pudieran usar dos tramos de vinilo sin que se notara el apaño. Recurrí a vinilo “Fablon” imitación de caoba para los tramos grandes y vinilo imitación de haya para las dos tiras centrales. Este es el aspecto del tambor una vez puesto el recubrimiento. Como veis, el resultado es muy aparente y queda genial.

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Los aros son de haya y se los compré a Manuel Almeida de Ocampo. Son de una pieza maciza doblados con vapor. Podéis ver cómo los marqué para taladrarles los agujeros (con un ángulo de 20º para que la cuerda los atraviese de manera “descendente”). En la segunda foto ya están los dos terminados, con los agujeros libres de rebarbas y con varias capas de aceite. Fijaos en la esquina inferior izquierda: ahí se puede ver el taco que utilicé para poder taladrar los aros en ángulo.

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Los parches los compré en Baena Sonido. Son de piel de cabra y están montados en arillos de madera. El batidor es más grueso y el resonante más fino.

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Hice unas orejetas con cuero.

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Usando cuerda de cáñamo encordé el tambor:

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Como detalle final añadí una argolla al aro para poder colgar el tambor de una bandolera.

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Aquí tenéis más fotos:

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Ya está mi atabal renacentista terminado. Si tomáis como referencia el de Manolo Durán (primera foto), sabed que es más pequeño que el mío (el suyo son unos 70cm. de alto, el mío 29″). Os puedo asegurar que suena como un verdadero trueno y es ideal para tocar música antigua o el “long drum” de “Appalachian Spring“, de Aaron Copland.


…et in Arcadia ego.

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