David Valdés

Logo de David Valdés

Boston magazine - The Audition.

Hoy os traigo un artículo, en mi opinión, absolutamente demoledor. En él, Mike Tetreault, compañero durante dos años en la Royal Academy of Music, explica cómo prepara una audición, cómo un amigo suyo es despedido después de tres años con la Boston Symphony, cómo la preparación no le sirve siquiera para pasar la primera ronda, los anhelos, las frustraciones, lo justo o injusto de un sistema que busca máquinas más que músicos… Me sentí tan identificado que me vi en la obligación de compartirlo con vosotros. El artículo se publicó en el Boston Magazine y se titula “The Audition” (siento que esté en inglés, pero traducirlo me llevaría mucho tiempo):

 

¿Cuál es un sistema justo para las audiciones? Partiendo de que las audiciones de percusión me parecen ridículas porque tocamos pasajes fuera de contexto y sin acompañamiento, ya veo ahí el primer error. Sólo una vez toqué con acompañamiento de piano (la parte de timbales de “Rosenkavalier”), y sólo una vez toqué con más músicos (toda la sección de percusión más acompañamiento de piano en unas memorables audiciones para la orquesta de la Royal Opera House). Si nuestro trabajo va a consistir en tocar, acompañar y hacer música con otros instrumentistas, tocar fragmentos a palo seco me parece, cuando menos, ridículo. Esto no quiere decir que me guste el estilo francés, donde piden obras para 15 cencerros, 9 toms, 7 cajas chinas, pandereta, caja y cinco timbales con acompañamiento de piano. Jamás entenderé por qué piden obras a solo en un trabajo orquestal… Es como si fueras a una entrevista de trabajo para ser mecánico y te dijeran que hicieras un mueble.

¿Asegura una audición tras cortina un proceso justo? Dependerá del caso… Puedo asegurar que en varias en las que he participado estaban amañadas (de hecho, algunas de ellas se tuvieron que repetir porque se descubrió el pastel). Sin embargo, recuerdo con agrado varias que hice en Europa. La que gané en Lisboa fue tras cortina, pero eso daría para una laaaaaaarga historia, y la que gané en Tallin también, pero nuevamente estamos ante una historia para no dormir. Una audición tras cortina asegura que el candidato no sea discriminado por razón de raza, sexo o cualquier otra condición (que se lo digan a Abbie Conant y la odisea que pasó con Celibidache). No me disgusta esta opción, pero nunca jamás (en caso de que yo fuera parte del tribunal) usaría una cortina en la final, pues me gustaría ver la actitud, estilo, atención…, del candidato. Del mismo modo, como candidato, quiero mostrar esas cualidades a un tribunal y prefiero que me vean sin cortina. Lo malo de este sistema es que, si se quiere (y ocurre con frecuencia), el proceso se puede viciar a favor del candidato escogido previamente por el tribunal.

 

El método inglés de “trials”, en el que varias personas ganan la audición y luego son probadas a lo largo de un periodo de tiempo variable, me convence. Un puesto en la orquesta no puede darse teniendo en cuenta únicamente cómo se tocan fragmentos aislados, y es por esto que los británicos prueban a aquellos que consideran han hecho una buena audición. Viendo cómo funcionan en “situación real” se aseguran de contratar un buen músico, no a un simple “tocador de pasajes”.

 

En estos tiempos en que todos usamos Facebook para pregonar nuestros éxitos, me parece que Mike Tetreault y Lee Vinson han sido unos valientes por salir a la palestra y decir que no han ganado. Es muy fácil y cobarde mantener la actitud “todo me va de maravilla”, pero lo sincero, reconocer que se pierden audiciones, que cada vez cuesta más hacer bolos…, eso es lo verdaderamente valiente. Les deseo a ambos lo mejor. 

 

Este asunto de las audiciones daría para mucho más, y es posible que lo vuelva a trae a colación en el futuro. De momento, me gustaría que me dierais vuestra opinión al respecto. Yo, por ahora, me quedo con una frase memorable del artículo: Give me success or take this desire away from me. One of the two. “Dame el éxito o aparta este deseo de mí. Uno de los dos”. 



…et in Arcadia ego.

© David Valdés