a) No tener talento y no trabajar. Obviamente, no es nada bueno. De aquí sólo podemos esperar músicos nefastos.
b) No tener talento y trabajar. Poco podemos esperar de este caso. Lamentablemente, la buena voluntad y el esfuerzo (grandísimas virtudes) no son suficientes si no vienen acompañadas de algo más. Suele producir músicos mediocres.
c) Tener talento y no trabajar. Caso curioso que suele desesperar a los del caso b). Todos conocemos a gente que, sin casi hacer nada, se meriendan a otros que pasan muchas más horas delante del instrumento. Obviamente, produce músicos mejores que el anterior caso, pero lo son incompletos, pues no llevan su talento (mediante el trabajo) más allá.
Otra de las sandeces con las que nos solemos encontrar es del siguiente tipo: “Es un músico muy técnico, pero muy frío”. Es el tipo de justificación que trata de dar el músico que, obviamente, no tiene la capacidad técnica de aquél al que está criticando. Como todo, habrá músicos con gran técnica que sean más o menos expresivos, pero asociar técnica con “frialdad” es tan soberana tontería que no voy a perder el tiempo tratando de desmontar la relación.
La técnica sin musicalidad es una posibilidad de la que debemos guardarnos; no obstante, todos conocemos músicos “circenses” que no transmiten gran cosa, pero ahí están ganándose la vida (¡y algunos muy bien!). Yo todavía no conozco ningún músico supuestamente expresivo y escaso de técnica que pueda pagar la hipoteca. Al revés: la expresión musical sin técnica es un imposible, ya que la alta musicalidad (la de verdad, no la hortera) no puede si no ir pareja a una refinadísima técnica, pues los matices más sutiles de expresión musical requieren de los más sutiles matices técnicos. Por tanto, separar técnica y expresión musical es una falacia, pues no se entiende la una sin la otra. Ambas deben correr parejas y ambas se pueden enseñar.
La próxima vez que alguien os haga la dichosa preguntita contestad que ambas. De propina os haréis una idea del embrollo mental que tiene quien os la formule.
…et in Arcadia ego.
© David Valdés